Iglesia Jubilar
En nuestra parroquia podés ganar las indulgencias durante todo el Jubileo 2025.
En el departamento de General Alvear, el Año Jubilar comienza el 1 de enero 2025 a las 20 hs. con la peregrinación desde la parroquia San José y luego S. Misa en el templo del Sagrado Corazón.
Preside las celebraciones Mons. Carlos María Domínguez O.A.R. Obispo de San Rafael.
Peregrinaciones
La peregrinación es uno de los signos del Jubileo y por eso te invitamos a peregrinar a la iglesia jubilar individualmente o en comunidad (Parroquia, Escuela, Institución, etc.)
Coordiná tu peregrinación comunitaria para que te esperemos y participes de la S. Misa.
Llama a secretaría tel. 2625 422847 WhatsApp 2625 530901
Inicio del jubileo en la Diócesis de San Rafael
Agenda de Peregrinaciones 2025
Fecha | Institución
Miércoles / 1 de enero | Inicio del año Jubilar | 20hs. Peregrinación desde Pquia. San José.
Viernes / 14 de febrero | Ejemplo de Institución Social | 20 hs. S. Misa
Viernes / 28 de Febrero | Capilla Nuestra Señora del Rosario | 20 hs. S. Misa
Sábado / 7 de Marzo | Capilla San Miguel | 20 hs. S. Misa
Información sobre el Jubileo 2025
Jubileo Ordinario 2025
Inicia en toda la Iglesia con la apertura de la puerta santa de la Basílica de San Pedro el 24 de diciembre de 2025.
Concluye con el cierre de la puerta de San Pedro el 6 de enero de 2026.
Bula convocatoria
El Papa Francisco convoca al Jubileo Ordinario a través de una Bula.
Logo del jubileo
El logo representa cuatro figuras estilizadas que indican la humanidad proveniente desde los cuatro rincones de la tierra. Abrazadas entre ellas, indican la solidaridad y la fraternidad que une a los pueblos. La primera figura está aferrada a la cruz. Es el signo no solo de la fe que abraza, sino también de la esperanza que nunca puede ser abandonada.
Oración del Jubileo
Padre que estás en el cielo, la fe que nos has donado en tu Hijo Jesucristo, nuestro hermano, y la llama de caridad infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo, despierten en nosotros la bienaventurada esperanza en la venida de tu Reino.
Tu gracia nos transforme en dedicados cultivadores de las semillas del Evangelio que fermenten la humanidad y el cosmos, en espera confiada de los cielos nuevos y de la tierra nueva, cuando vencidas las fuerzas del mal, se manifestará para siempre tu gloria.
La gracia del Jubileo reavive en nosotros, Peregrinos de Esperanza, el anhelo de los bienes celestiales y derrame en el mundo entero la alegría y la paz de nuestro Redentor.
A ti, Dios bendito eternamente, sea la alabanza y la gloria por los siglos. Amén.
Historia del Jubileo
Los signos del jubileo
La Peregrinación
El Jubileo nos pide que nos pongamos en camino y que superemos algunos límites. Cuando nos movemos, de hecho, no cambiamos solo de lugar, sino que nos transformamos nosotros mismos. Por eso, es importante prepararse, planificar el trayecto y conocer la meta. En este sentido la peregrinación que caracteriza este año empieza antes del propio viaje: su punto de partida es la decisión de hacerlo. La etimología de la palabra ‘peregrinación’ es decididamente significativa y ha sufrido pocos cambios de significado. En efecto, la palabra deriva del latín per ager, que significa “a través de los campos”, o per eger, que significa “cruce de frontera”: ambas raíces señalan el aspecto distintivo de emprender un viaje.
La puerta Santa
Desde el punto de vista simbólico, la Puerta Santa adquiere un significado particular: es el signo más característico, porque la meta es poder atravesarla. Su apertura por parte del Papa constituye el inicio oficial del Año Santo. Originalmente, solo había una puerta, en la Basílica de San Juan de Letrán, que es la catedral del obispo de Roma. Para que los numerosos peregrinos pudieran hacer este gesto, las demás Basílicas de Roma también ofrecieron esta posibilidad. (En nuestra diócesis de San Rafael no habrá puerta Santa)
Al cruzar este umbral, el peregrino recuerda el texto del capítulo 10 del evangelio según san Juan: “Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”. El gesto expresa la decisión de seguir y de dejarse guiar por Jesús, que es el Buen Pastor.
La reconciliación
El Jubileo es un signo de reconciliación, porque abre un «tiempo favorable» (cfr. 2 Cor 6,2) para la propia conversión. Uno pone a Dios en el centro de la propia existencia, dirigiéndose hacia Él y reconociéndole la primacía. Incluso el llamamiento al restablecimiento de la justicia social y al respeto por la tierra, en la Biblia, nace de una exigencia teológica: si Dios es el creador del universo, se le debe reconocer una prioridad respecto a toda realidad y respecto a los intereses creados. Es Él quien hace que este año sea santo, dando su propia santidad.
La oración
Hay muchos modos y muchas razones para rezar; la base es siempre el deseo de abrirse a la presencia de Dios y a su oferta de amor. La comunidad cristiana se siente llamada y sabe que puede dirigirse al Padre solamente porque ha recibido el Espíritu del Hijo. Y es, de hecho, Jesús quien ha confiado a sus discípulos la oración del Padrenuestro, comentada también por el Catecismo de la Iglesia Católica (cfr. CCC 2759‑2865). La tradición cristiana ofrece otros textos, como el Avemaría, que ayudan a encontrar las palabras para dirigirse a Dios: «Mediante una transmisión viva, la Sagrada Tradición, el Espíritu Santo, en la Iglesia, enseña a orar a los hijos de Dios» (CCC 2661).
La Liturgia
La liturgia es la oración pública de la Iglesia: según el Concilio Vaticano II, es el «culmen hacia donde tiende» toda su acción «y, al mismo tiempo, la fuente de la que mana toda su energía» (Sacrosanctum Concilium, 10). En el centro está la celebración eucarística, donde se recibe el Cuerpo y la Sangre de Cristo: como peregrino, él mismo camina junto a los discípulos y les revela los secretos del Padre, de tal modo que puedan decir: “Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída” (Lc 24,29).
Un rito litúrgico, característico del Año Santo, es la apertura de la Puerta Santa: hasta el siglo pasado, el Papa iniciaba, más o menos simbólicamente, el derribo del muro que la sellaba.
La profesión de fe
La profesión de fe, también llamada “símbolo”, es un signo de reconocimiento propio de los bautizados; en ella se expresa el contenido central de la fe y se recogen sintéticamente las principales verdades que un creyente acepta y de las que da testimonio en el día de su bautismo y comparte con toda la comunidad cristiana para el resto de su vida.
Existen varias profesiones de fe, que muestran la riqueza de la experiencia del encuentro con Jesucristo. Sin embargo, tradicionalmente, las que han adquirido un especial reconocimiento son dos: el credo bautismal de la iglesia de Roma y el credo niceno-constantinopolitano, elaborado originalmente en el año 325 por el Concilio de Nicea, en la actual Turquía, y perfeccionado después en el de Constantinopla en el año 381.
La indulgencia
La indulgencia es una manifestación concreta de la misericordia de Dios, que supera los límites de la justicia humana y los transforma. Este tesoro de gracia se hizo historia en Jesús y en los santos: viendo estos ejemplos, y viviendo en comunión con ellos, la esperanza del perdón y del propio camino de santidad se fortalece y se convierte en una certeza. La indulgencia permite liberar el propio corazón del peso del pecado, para poder ofrecer con plena libertad la reparación debida.
Concretamente, esta experiencia de misericordia pasa a través de algunas acciones espirituales que son indicadas por el Papa. Aquellos que, por enfermedad u otra causa, no puedan realizar la peregrinación están invitados, de todos modos, a tomar parte del movimiento espiritual que acompaña a este Año, ofreciendo su sufrimiento y su vida cotidiana y participando en la celebración eucarística.
Condiciones para lucrar las indulgencias en el año Jubilar
Necesarias para ganar la indulgencia en el curso del Año Santo
Los fieles que estén:
verdaderamente arrepentidos
excluyendo todo afecto al pecado (cfr. Enchiridion Indulgentiarum, IV ed., norm. 20, § 1)
movidos por espíritu de caridad
purificados a través del sacramento de la penitencia (confesión sacramental)
alimentados por la Santa Comunión
oren por las intenciones del Sumo Pontífice
También se pueden aplicar a las almas del Purgatorio en forma de sufragio.
Los fieles podrán conseguir la Indulgencia Jubilar de las siguientes maneras
A través de una pía peregrinación a una Iglesia Jubilar (cfr. Prot. 158/24), participando devotamente en la Santa Misa; en una Misa ritual para conferir los sacramentos de iniciación cristiana o la Unción de los enfermos; en la celebración de la Palabra de Dios; en la Liturgia de las Horas (oficio de lecturas, laudes, vísperas); en el Via Crucis; en el Rosario mariano; en el himno del Akathistos; en una celebración penitencial, que concluya con las confesión individual de los penitentes, como está establecido en el rito de la Penitencia (forma II).
En una pía visita, individualmente o en grupo, a una Iglesia Jubilar y ahí, durante un período de tiempo adecuado, realicen adoración eucarística y meditación, concluyendo con el Padre Nuestro, la Profesión de Fe en cualquier forma legítima e invocaciones a María, Madre de Dios.
En los eventos jubilares diocesanos.
En cada parroquia y capilla, en las fiestas patronales del titular (cfr. Enchiridion Indulgentiarum, Concesiones, 33 § 1, 5, a).
En una iglesia u oratorio de un Instituto Religioso el día de su santo fundador (cfr. Enchiridion Indulgentiarum, Concesiones, 33 § 1, 7).
A través de obras de misericordia corporales y espirituales, y penitencia (p. ej. Misiones, Ejercicios Espirituales, Cursos de Formación, Visitas a enfermos, encarcelados, ancianos en soledad, personas con discapacidades, etc.).
Los fieles verdaderamente arrepentidos que no podrán participar en las solemnes celebraciones, en las peregrinaciones y en las pías visitas por graves motivos (especialmente todas las monjas y los monjes de clausura, los ancianos, los enfermos, los reclusos, como también aquellos que, en hospitales o en otros lugares de cuidados, prestan servicio continuo a los enfermos), conseguirán la Indulgencia jubilar, con las mismas condiciones si, unidos en espíritu a los fieles en presencia, particularmente en los momentos en los cuales las palabras del Sumo Pontífice o de los Obispos diocesanos sean trasmitidas a través de los medios de comunicación, recitarán en la propia casa o ahí donde el impedimento les permita (p. ej. en la capilla del monasterio, del hospital, de la casa de cuidados, de la cárcel…) el Padre Nuestro, la Profesión de Fe en cualquier forma legítima y otras oraciones conforme a las finalidades del Año Santo, ofreciendo sus sufrimientos o dificultades de la propia vida (cfr. Decreto de la Penitenciaría Apostólica sobre la Concesión de la Indulgencia durante el Jubileo ordinario del año 2025, II).
Por concesión de la Penitenciaría Apostólica, durante el Año Jubilar, los fieles podrán conseguir dos veces el mismo día la indulgencia plenaria aplicable ambas sólo a los difuntos (se entiende al interno de una celebración Eucarística) (cfr. Decreto de la Penitenciaría Apostólica sobre la Concesión de la Indulgencia durante el Jubileo ordinario del año 2025, III).
Credo Niceno constantinopolitano
Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.